URSS 1939-1957: un camino por la ilusión, la sorpresa, la incredulidad, la traición, la cárcel, los campos de concentración. A los españoles emigrados se nos exigió lo mismo que a todos los demás extranjeros. Retenidos en el país, de buen grado o por la fuerza, los que no supimos, o no pudimos, o no quisimos disimular nuestra crítica…, fuimos castigados al primer síntoma de «insatisfacción de la vida soviética».
El autor
Francisco Ramos Molins (Alicante, 1910 – Barcelona, 1983). Militante en las Juventudes Socialistas desde 1931 y del PSUC (unificación de socialistas y comunistas); participó en la Guerra Civil (1936-1939) como piloto, soldado, coronel y jefe de estado mayor de XVIII Cuerpo de Ejército Republicano.
En 1939 acompañó a Comorera, secretario general del PSUC, a la URSS, reclamados por el PC para informar sobre la derrota. Allí se quedó como maestro (1939-1944) de un grupo de niños españoles, evacuados de España durante la Guerra Civil. Con ellos hizo una penosa travesía hacia Saratov y el Cáucaso durante la II Guerra Mundial. En 1946 regresó a Moscú, donde se casó y tuvo una hija. Inició gestiones para salir de la URSS, pero no le fue concedido. Sus fuertes desavenencias con la cúpula del PCE lo convirtieron en «disidente» y «traidor». En 1948 fue detenido y acusado de ser «espía americano» y «agitador antisoviético». Condenado a 10 años (cárcel y campos de concentración), cumplió casi 9, gracias a la muerte de Stalin y la «desestalinización» propiciada por Jruschóv.
En 1957 fue autorizado a salir de la URSS con destino a España, a donde ya había vuelto su hija, formando parte de otra familia, pues su mujer se había vuelto a casar.
En 1962 se reincorporó a la política clandestina, afiliándose al PSOE en Cataluña. En 1977 ganó el acta de diputado para el Congreso de los Diputados, por el PSC-PSOE, acta que revalidó en 1979 y 1982. En esas últimas elecciones pudo vivir la victoria de los socialistas. Falleció en diciembre de 1983.
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