Mandolina y jaula ante un espejo nace de la relectura que Ildefonso Rodríguez (León) y Francisco
Deco (Sevilla) hacen del conocido experimento poético que, en 1969, llevan a cabo Paz, Roubaud,
Sanguinetti y Tomlinson a componer un renga en un hotel de París. La idea combinatoria
no pretendía reproducir los cadáveres exquisitos surrealistas, ni tampoco ceñirse al modelo
japonés clásico –en donde tiene su origen– ni la versión modernizada de París. Se trataba, mejor,
de combinar, sin demasiadas imposiciones, una serie de textos breves que hicieran surgir
entre sí, la chispa suscitada por las diferencias y las afinidades. 100 poemas, atenidos al único
imperativo de la brevedad, y acoplados después, con la idea la de unir ambas voces en una
misma coral.
La poesía de Mandolina y jaula ante un espejo no es la del silencio, sino la del ruido incesante del
tiempo, de las páginas vueltas hasta el final, de los granos de arena que fluyen con las mareas.
De la melancolía que armoniza con el fenómeno de esa «pasión humana» que es la amistad,
avivada por los poderes del lenguaje, para jugar esta partida en cuyo desarrollo dos universos
se confrontan y se alían, se rechazan y se atraen.
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